Hora de llorar
No era hora de llorar
cuando la manecilla del reloj
inventó su silencio de campanas,
cuando el amor arrasó la lluvia
y los caracoles mentian con devoción.
Yo lo sé.
¿Y cuando mordía tu nuca
invocando dardos azules
y me respondió la distancia
con su desdén fugitivo..?
No lo sé.
No era hora de llorar...
y el primer vuelo alcanzado
en la curva de tu espalda
fué vértigo convulso,
y el roze de los sexos
nos desgarró en lenguas
y el deseo tuvo nombre
y no cabía el paraiso
para tanta boca.
Entonces sí... entonces sí
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