Besos
Me duele la boca
de tantos besos
despiertos sin espera,
sin acantilados que los rueden
a la desesperanza,
como ríos y luciernagas
corriendo en la piel,
aterrizandome sin paracaidas
en la tibia saciedad
de los orgasmos.
Y allí viene la aurora,
para dormirnos
sin oscuridad
y nos vuelque en vacios
luminosos,
nos abra espejos en la piel
y nos cante una canción sin fin.
Hasta que de nuevo
me duela la boca.
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